En una serie de entradas, copiaré a continuación las reseñas que escribí a lo largo de tres años, entre 2016 y 2019, sobre Los Diarios de Emilio Renzi con algun extra. Vale tal vez la aclaración de que Piglia murió cuando aún no había sido publicado el tercer tomo.
I - Años de formación
Ib - La Invasión
II - Los años felices
III - Un día en la vida
Piglia, Ricardo (2016) Los diarios de Emilio Renzi. Los años felices. Buenos Aires, Anagrama
Este segundo tomo comienza con un Renzi que carga sobre sí la ¿responsabilidad? de ser una joven promesa (acaba de editar La invasión, su primer volumen de cuentos) y termina poco después de ganar el premio por "La loca y el relato del crimen", al que se presentó porque entre el jurado estaba Borges (que orbita siempre el planeta Renzi, que sigue siendo demasiado brillante en las deliciosas anécdotas, por ejemplo, pp. 101-103). Por lo demás, Renzi está convencido de que toda idea de desfasaje cultural (que hoy relacionaríamos con las teorías económicas del desarrollismo) entre Argentina y el primer mundo (pero ¿cuál es el "primer mundo" cultural? ¿Paris? ¿NY?) ha caducado. "Saer o Puig o yo mismo" -le gusta ese encuadre a Renzi- "estamos en diálogo directo con la literatura contemporánea y, para decirlo con una metáfora, a su altura" (27, pero también 172-173)
Algunos personajes pierden importancia (Briante, Guido), otros crecen hasta ser una constante. La impresión es que todos los días Renzi se encontraba con Viñas. De todos estos personajes, el grupo contorno es conmovedor (junto a Conti): los Viñas y Rozitchner conforman una novela trágica, que tal vez quisiera ser recordada en términos sartreanos (pero ¿quién logra ser recordado en los términos que quisiera?). Los más halagados son Sazbón y Jacoby (se insiste sobre sus inteligencias). Hay pase de facturas, también. La calidad de la crítica de Sarlo (312), la pedantería de Osvaldo Lamborghini (315). Está también la fascinación por Puig (desmesurada, como la que ha mostrado por Pavese, Fitzgerald, o el primer Hemingway): el primer escritor profesional argentino desde Galvez, afirma Renzi (136). También a Chandler admira, y piensa: que buena idea esta de un personaje que aparezca de novela en novela, articulándolas en una gran historia (120 y 121 y también 384). y también anota "Muchas veces me he sentido tentado de escribir el Quijote de las novelas policiales"(61). Renzi es todo eso, basta seguirlo desde "La invasión" hasta El camino de Ida.
El problema estético principal es el del tono. Vuelve sobre el tema infinitas veces. "narrar cínicamente la tragedia, narrar de un modo antisentimental la historia de amor" (107). Es otra de las distancias fundamentales con sus amigos sartreanos (Masotta, Rozitchner, los Viñas) "creen en la autenticidad y en la sinceridad (...) yo soy <>, es decir, tengo una serie de lecturas y una poética antisentimental, distanciada, <>, desconfío de la vida interior y de las <> sinceras" (133) También: "quiero dar todo por sabido y escribir solamente lo que queda, los restos del lenguaje común, referencias que sólo yo conozco. Ése es el estilo que busco en estos cuadernos. El que escribe no se puede contar a sí mismo lo que ya sabe" (369)
Luego está también el reviente, sobre todo las anfetaminas (para "lucidez extrema" p. 372) y el whisky. Y muchos celos (sobre todo los de Viñas, que son de una ternura inesperada). Renzi piensa: "una generación es una serie dispersa, no cronológica, de lecturas y de rituales comunes, que envejecerán con nosotros" (35) pero también piensa que la idea de generación es estúpida. Otras veces piensa "no pertenezco a mi generación" (42) pero es por otro ataque de celos. El tema de los otros escritores entendidos como competencia (y las explosiones de celos y envidias) recorre todo el libro. Entre 1971 y 1972 pierde el domicilio (se cree perseguido por los milicos) y se separa de la mujer con la que estuvo cinco años, desde ese momento al reviente general se agrega la promiscuidad, hay allí alguna reflexión apenas amarga que puede dar razón al título del volumen: los años felices muchas veces son los años en que fuimos más cretinos.
Reventado y mujeriego, como me Mr. Arraigada. Y también: que son diarios muy literarios, muy trabajados. También se podía notar en el primer tomo. Por otro lado, Piglia propone (en realidad impone) puertas de entrada que son verdaderos protocolos de lectura (que incluye una lectura de sí, fechada en 1969 con indicaciones hermenéuticas. pag. 132). Hay un boicot del juego tan de moda de las autoficciones y sus específicas peticiones de principios (siempre mucho más cercanas a la del discurso autobiográfico que al del discurso literario). Descansando en una isla en El Tigre anota: "Esa enunciación -vamos a llamarla así- es lo que justificaría publicar una selección de estos escritos. El material es verdadero, es la experiencia real, pero el que escribe -el que habla- no existe. Así defino yo la ficción: todo es o puede ser verdad, pero la clave del procedimiento es que quien narra es un sujeto imaginario. La construcción de este lugar, y la posibilidad de hacerlo convincente y creíble, es el núcleo de lo que llamamos ficción" (373 pero: ¿por qué ficción? o mejor: ¿por qué no también "vida"?)
A veces pienso que el alter-ego es una concesión de Piglia, un respiro que da a sus lectores, un recordatorio constante del que sostenerse para poder avanzar en esa lectura cuyos códigos han sido minuciosamente roídos, minados. Por otro lado, "alter-ego" es una forma pobre y rápida de sacarse el problema de encima. Habría que volver a los heterónimos de Pessoa, o al Marcel de Proust o "al otro, a borges", de "Borges y yo", de Borges o a Dante el peregrino. Aquí Renzi vuelve a dar toda la vuelta, el prólogo es, también, una petición de principios, pero sobre todo, es una negación de principios:
"...uno nunca es uno, nunca es el mismo, y como no creo a esta altura que exista una unidad concéntrica llamada <>, o que se puedan sintetizar en una forma pronominal llamada Yo los múltiples modos de ser de un sujeto, no comparto la superstición actual sobre la proliferación de escrituras personales. Por eso, hablar de escritura del Yo es una ingenuidad, porque no existe el yo al que esa escritura-o cualquier otra- pueda referir, se reía. El Yo es una figura hueca, hay que buscar en otro lado el sentido" (9)
y el 24 de abril del 68 habría anotado:
"Lo mejor del género son los borradores o los restos o los proyectos de una autobiografía futura que nunca se escribe. La vida es un impulso hacia lo que todavía no es, y, por lo tanto, detenerse a narrarla es cortar el flujo y salir de la verdad de la experiencia." (28)
Renzi propone buscar el sentido en la construcción de series. Les pone nombre, pero no siempre dice cuál es el sentido de cada serie. Por ejemplo, una serie se corresponde con la injerencia de los acontecimientos político-sociales en la vida personal. Otra serie: los amigos (los bares, las drogas). Otra serie (pero se pregunta si no es la misma): las mujeres. La mejor es la serie X, los clandestinos. Mientras una buena parte de la clase intelectual argentina está considerando huir (amenazada ya por la triple A), si hemos de creerle a Renzi, él se juntaba con amigos que andaban en la pesada y se resistía a cerrar sus proyectos de revistas (siempre con la excusa literaria, pero siempre tensionados hacia la izquierda o hacia el peronismo o hacia alguna combinación de ambos). El ruido de fondo de todo el libro es la violencia creciente y la radicalización de la política argentina, que de a poco va escapando de la batalla de revistas y suplementos para marcar cuerpos y ausencias. En octubre del 74 en Los libros (todavía no se ha separado de Altamirano y Sarlo) reciben carta con amenaza. "Por menos de eso mis amigos se exilian, pero nosotros no nos vamos a dejar intimidar y seguiremos adelante (hacia el abismo)" (378)
Otra forma de pensarlo (pero es el mismo problema: un problema estrictamente de técnica, de forma, no de psicología) es que en este segundo volumen, Piglia se aboca a un proyecto que, entre otras cosas, pretende superar a Walsh. Reseñando el primer tomo, en octubre de 2016 anoté que hay que recordar que a Piglia lo que más le interesa son los efectos de la literatura en la realidad. Y que la contraparte es la estrategia de escribir ficción como si no se la inventara, como si se llegara a ella. Por ejemplo, considerar la no-ficción como pretexto para escapar de las trampas del verosímil. Conocemos el destino al que conducirá este camino: una nouvelle que en los diarios Renzi llama "Homenaje a Roberto Arlt" pero que que sabemos que se trata de Nombre falso, un texto que puso a Piglia, entiendo, donde él deseaba: en el casi inaccesible lugar del que ha logrado escribir algo radicalmente nuevo. Reviso las notas del día que leí por primera vez y balbuceé mi propio elogio de Nombre falso: me faltaban las palabras. Hoy tomaría esas palabras de este segundo tomo de los diarios (cfr. las reflexiones sobre el "realismo textual" en p. 214 y, como paradoja, en p. 229). El proyecto está claro. Lo único nuevo lo está haciendo Puig. Si en la década anterior todos copian a Borges, en esta década todos copian a García Márquez, a Cortázar y ("por lo tanto" agregaría yo) a Faulkner (cfr. vgr. 105). Excepto Walsh: pero Walsh ya es ese que, acosado por su celo ideológico, dice todo el tiempo yo ya no soy un escritor, yo dejé de ser un escritor. Piglia, al revés, no desea dejarse arrastrar a ningún otro subjetivema. su dilema es: logré vivir de la lectura ¿deseo vivir de la escritura? por eso hay tantas teorías sobre un devenir escritor (por ejemplo: sobre la "ética" del escritor-santo en página 59) pero busca la forma de "sobrevivir al boom" (106) cfr. también: "mi esquizofrenia" (113) Las ideas que desembocan en Nombre Falso aparecen en septiembre de 1974 ("todo es o no es apócrifo": p. 367)
enero, 2018.
Breve índice temático:
Narrar como viviendo una situación violenta: nadie se refiere a lo que está pasando (21); el primer Hemingway, el presente puro y la fragilidad de lo real (23); Beckett, entre las ruinas y el vacío post-Joyce: todo lenguaje es un exceso de lenguaje (24); Octavio Paz y la idea -errónea- del arte del subdesarrollo (27); Puig, la narración coral (32) y también: la realidad ya narrada -por los mass media- como forma de vida (33) y también: no-distancia irónica entre narrador y personajes (44 y agrego yo: en esto precede a David Lynch, etc) y también: idea del lector omnisciente (95); Viñas et al: "No se puede conversar si no se parte de una serie densa de sobreentendidos y zonas comunes" (33); serie de los escritores imaginarios (34); Dostoievksi, develaciones a último momento (34); el fin del tango (bailable): el rock (83); Rayuela, un escandaloso Work in progress (88); la estrategia Anthony Burgess, para evitar jergas que envejecen inmediatamente: "inventar un lenguaje de territorialidad indecisa y sin fecha" (92); ineptitud de los altos escritores europeos para reconocer a Faulkner (98); Tolstoi, la vida religiosa sin trascendencia ni fe (104) la religión práctica (139); vidas como territorios/propiedades: Melville vs Kafka (106); cultura (represión) vs. literatura (119) o bien, literatura: sociedad sin Estado (167); situación social de lectura: condiciones de posibilidad del sentido (121); lenguaje de la acción (cuerpo): empalidecer, enrojecer: en la literatura popular lo que no tiene función es lo que funciona como revelación. pero en Kafka o Tostói... (123) Becket, Tolstoi, Kafka: la causalidad irracional (124); Freud inversión de la historia de la filosofía (131); narratividad freudiana: detective de sí mismo, su propio lector inteligente (165); Borges, un sueño casto (132); "Literatura Argentina y Política": un "proyecto delirante" (197); tendencias de la novela: hacia la poesía (Cortázar, Sarduy, Saer) o ensayo (Macedonio, Musil) (202); gramática (moralizante) de la izquierda (209), su antiintelectualismo: reproduce la posición de los medios de masas; Piñera (221) y Padilla (244-245); lo artesanal del policial (290); política y arte (308); no me interesa mucho Perón, pero nunca lo consideraría un enemigo (342); Adán Buenosayres y Bajo el Volcán como herederas del Ulysses de Joyce. Novelistas de formación clásica (344); razón gramatical del asesino serial (360); China: la subjetividad como desviación (363); Taxi Driver: versión de Memorias del subsuelo (378) Chinatown, una película basada en una novela que Chandler nunca escribió (384); Fitzgerald, el éxito y el derrumbe, y la falta de elegancia como marca-oráculo (390);
Cuatro brevísimas:
14 de septiembre de 1968: descubrimiento de Doris Lessing ("una escritora lateral, como nosotros")
20 de diciembre de 1968: Walsh lo invita a ver La hora de los hornos pero no pueden verla. Lo logran el 6 de enero de 1969. "En la segunda parte la arbitrariedad ideológica se convierte en el error estético. Solanas ha inventado el peronismo de izquierda".
24 de noviembre de 1971: cumple 30 años. "No tiene nada que decir, está todo dicho". No había publicado ni dos libros todavía.
19 o 20 de agosto de 1975: Pezzoni le pide que escriba un libro sobre Borges para sudamericana. "Pero yo he jurado que nunca voy a escribir un libro sobre Borges".
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