jueves, 4 de agosto de 2016

[feed] parricidio noir / sobre Nombre falso, de Ricardo Piglia



Piglia, Ricardo (2014 [1975]) Nombre falso. Buenos Aires, Debolsillo.

Cinco relatos cortos, seguidos de la nouvelle que da nombre al libro. En la nota introductoria, Piglia cuenta que en 1975 escribió un cuento policial para un concurso, atraído por lo "heterogéneo" del jurado (Borges, Roa Bastos, Denevi). Ganó con "La loca y el relato del crimen". Viajó a parís, volvió y editó este libro de cuentos, que no incluía al ganador, y lo suplantaba con uno anterior. Esta edición deshace tal enroque, constituyendo básicamente un segundo libro de relatos de Pigla (el primero había sido la invasión, de 1967).

1. Los que hayan leído Blanco nocturno, o El camino de Ida, se encontraron con un Renzi maduro, un docente universitario, prestigioso en su materia; en fin, invitado a dar clases de literatura a los Estados Unidos. Pero leer "El fin del viaje" (el primero de los cuentos de este libro) revela una característica fundamental de Renzi: ha nacido viejo. Cuarenta años antes del Renzi algo estupefacto que tiene sexo con la joven hacker en El camino de Ida, este narrador presenta al seudo detective de la siguiente manera: "Frágil, envejecido, viste un abrigo negro que lo emaplidece, acentuando su aire torvo y abstraído" (15).

2. Tendría que leer La invasión para confirmar lo siguiente, pero es interesante al menos considerar "El fin del viaje" como un anuncio, una poética, un gesto que indicaba el camino que el policial de Piglia llevaría de allí en adelante. Se debe anotar que este detective que no es un detective protagoniza un relato sin crimen, y el misterio, en todo caso, no consiste en resolver un modo, un culpable ni un motivo. Renzi atraviesa los decorados del policial (negro) orientado por la apática pero urgente necesidad de sondear los misterios del alma, o de la voluntad[1]. En ese sentido, el parricidio es fundamental. Las características del padre que muere para que Renzi pueda tomar el centro de escena son las del detective del policial negro: "un hombre desencantado, irónico, que se miraba vivir, tímido y confuso cuando hablaba de sí mismo" (27). ¿No es acaso el viejo Marlowe el que aparece así descripto?

"'Siempre he pensado -escribió Emilio- que él era menos vulnerable que yo: la ternura de hombre a hombre debe ser velada (...) yo lo admiraba (lo quería) porque sabía ocultar sus sentimientos. Ahora he comenzado a escribir sobre él" (20).

Este "escribir sobre" es más adelante determinado de la siguiente manera: escribir sobre él como si estuviese muerto. Piglia mata a Marlowe, el duro desencantado que se sumerge en el sucio lodo de la inmoralidad, para que pueda nacer Renzi, el sensible lector que flota sobre la superficie de las imaginaciones. "Sobre estas cosas no hay nada que decir" sostiene en sus líneas finales, el padre. Renzi corrige, y no ha dejado de corregir en cuarenta años: sólo sobre estas cosas se puede decir algo.

"El fin del viaje" significa, pues, en el doble sentido español de la palabra "fin", tanto el final de un viaje (de un tipo de policial) como la finalidad, el sentido de otro viaje (el sentido de leer, el sentido de escribir).

3. Una palabra más sobre el policial de Piglia: frente a la oscuridad (tan moral, tan pecaminosa) que caracterizaba al noir, los escenarios del policial de Piglia son imperturbablemente suaves, impertérritos en su banal superficialidad. Si no se ve bien, es por exceso de claridad (cf. por ejemplo, p. 87). Las cosas "flotan" en la "claridad gris" (p. 16), o neblinosa, tal vez, pero blanca, (podría ser incluso otra forma de entender el sintagma "blanco nocturno"). La superficie del universo es ya demasiado profunda, demasiado insoportable, demasiado real. Como en Camus, y en Deleuze.

4. Entre los relatos se encuentra, propiamente, el más propiamente policial de ellos, que es "La loca y el relato del crimen". Apenas cinco páginas que de a ratos son muy parecidas a aquellas que suele protagonizar Daniel Hernandez, y no por casualidad. Porque al final del libro comienza la locura. "Nombre falso" (el relato) es un ejercicio que, a fuerza de atrapar lo inasible, podríamos llamar (insatisfactoriamente) non-fiction. La lectura de este experimento desestabiliza al pobre lector que se sumerge en las atrevidas páginas que un irrespetuoso Piglia de 35 años se sacó de no se sabe bien qué sombrero. Sin explicar el juego (que, por lo demás no quise estropear investigándolo), podemos adelantar que Piglia despliega allí toda su ambición y talento. Su capacidad de leer lógicas y formas, y de leerlas tan bien que hasta puede reproducirlas. Por otro lado, al juego de dobles que se establece entre Piglia y Arlt, pronto comenzamos a sospechar que se suma un segundo juego de dobles, Piglia-Piglia (¿Piglia-personaje? ¿Piglia-renzi? ¿Piglia-autor? cada identidad se desliza sobre la otra de manera perversa desdiferenciándose hasta dejarnos desvalidos) y comenzamos a reconocer pasajes completos, casi iguales, que leyéramos en "la loca y el relato del crimen" (pps. 75, 76 y 77 vs. pps. 111, 121 y 115). 

Después de leer "Nombre falso" (el relato) se vuelve a leer "La loca y el relato y el crimen", para re-encontrarse con el parsimonioso paso con que Piglia representa la escena de auto-lectura plegada sobre lo mejor de una lectura de Arlt, desembocando en una especie de doble puesta en abismo que marearía al propio Nietzsche con su vieja y amenazante profecía sobre el abismo.


[1] se puede comparar con la relación kohan-piglia que hice en otra entrada, y aún más: se podría pensar qué lugar ocupa Walsh en esa cadena

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