lunes, 7 de noviembre de 2016

[feed] ¿qué es una infancia? Sobre Infancia y sobre Juventud, de J,M. Coetzee


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Infancia (2012 [1997]) y Juventud (2013 [2002]), de Coetzee. Ambos editados en Buenos Aires por Debolsillo.

Son las primeras dos partes de la trilogía que compone la ficción autobiográfica de Coetzee[1]. Es interesante leer estas ficciones en sus dos dimensiones. Desde la perspectiva autobiofráfica, es notable como los padres (en Infancia) encarnan las lineas subjetivantes contradictorias de un país a punto de explotar como era la Sudáfrica de posguerra. Blancos, afrikaners, negros y "nativos" con lealtades variadas y complejas (recordar que WWII pone en conflicto a Londres y Berlín, el colonizador y genocida de boers por un lado, el nacionalismo racista por otro, y sin embargo, el problema de los enemigos de mis enemigos, y para colmo la guerra fría...). El personaje lucha mediante, a través y contra esa líneas en Infancia, e intenta olvidarlas desde Gran Bretaña en Juventud. De modo que funcionaría como autobiografía y como memoria.

O bien la tesis es una pregunta: ¿Qué es una infancia? Y la ficción funciona como exploración de esa pregunta. Así leída le encontraremos variedad de hipótesis: por ejemplo la de una enciclopedia de los niños en la que lee que la infancia es algo así como retozar entre caléndulas y animalitos en el parque a la tarde. Pero por supuesto que el narrador presenta otras lecturas. En una de ellas, la infancia es un período en el que se "aprietan los dientes" (ansiedad, miedo, nervios).

En todo caso los ejes simbólicos articulatorios son: a) normalidad / anormalidad - b) pertenencia / no pertenencia. Y sobre esos dos binarismos se despliega un mapa de afectos y secretos (sobre todo secretos, vergonzosos secretos).

a. Normalidad y anormalidad. Relación contradictoria. La responsabilidad recae directo sobre los padres (los odia por hacerlo "anormal", al mismo tiempo que les está agradecido por lo mismo). Al mismo tiempo, la ya mencionada articulación: los padres encarnan las contradicciones sociopolíticas de la Sudáfrica del apartheid. Todo ese mambo le da densidad a cada chirlo que no le dan en la casa, a sus pies sin callos, a su mamá llamando a cualquier negro desconocido en la calle para que le arregle el horno, a su relación con los idiomas, etc.

Al respecto, es particularmente significativo el episodio en que se describe la abnegación de las ovejas como una metáfora o imagen o incluso prefiguración de sus pensamientos acerca de la situación de los negros en Sudáfrica (119 y 120). Todo eso volverá en Juventud en forma de odio, de necesidad de escapar de un país cuyo racismo y nacionalismo lo desasosiegan.

b. Pertenencia y no pertenencia. Esto también continúa en Juventud. En Infancia, él desea no pertenecer a ninguna familia (p. 107) pero esto es justamente porque la pertenencia a las familias le bloqueó la pertenencia a una etnia, raza, o ciudad. Una nota diferente: las granjas. Al parecer, allí quiere pertenecer. Pero claro, la granja es lo no social, los animales, el pasto, la caza (107)

Debido a estas articulaciones, la infancia se vive como un mundo de secretos y vergüenzas. Secretos desde y hacia la escuela, desde y hacia la familia, desde y hacia sus amigos. Hay que sobrevivir y sobrevivir siendo anormal implica tener secretos: catolicismo, sexualidad, Rusia.

Por otro lado, y como suele pasar con las ficciones autobiográficas de los escritores, esta puede leerse de la manera en que Deleuze leía la Recherche, es decir, como el "aprendizaje de un hombre de letras". En esa clave hay una serie de problemas con el idioma y la religión en Infancia (el afrikaans y los protestantes por un lado, el inglés y los católicos por otro) que, sin resolverse (no se pueden resolver), constituyen la base cultural del intelectual que asoma cabeza en Juventud[2]. Aún más, el niño protagonista es un ávido lector, pero sobre el final del libro aparece una primigenia escena de escritura (bloqueada de inmediato por los complejos sociopolíticos encarnados en un docente irlandés frustrado) mientras que a lo largo de Juventud asistimos a las aventuras de un joven que ya ha decidido ser escritor (sabe que será poeta, aunque va perdiendo este saber progresivamente).



[1] La ventaja de hablar de ficciones autobiográficas (Lejeune, 1986: 64) es, como se sabe, el manto de ambigüedad que se posa sobre el "pacto autobiográfico" (ibídem). O sea que la fidelidad del texto puede entenderse como fidelidad a la tesis autobiográfica incluso por encima de la fidelidad a los acontecimientos concretos. Al respecto fue productivo un brevísimo ensayo incluido en los Diarios de Emilio Renzi, llamado "Quién dice yo" (Piglia, 2016: 336) y también el ensayo que podríamos traducir como "Otrobiografía: Infancia y Juventud de J. M. Coetzee" de una tal Margaret Lenta (English in Africa Vol. 30, no. 1: 157-69, 2003) que trabaja algunas hipótesis sencillas pero relativamente sólidas acerca de las ficciones autobiográficas en tercera persona y/o en presente narrativo, comparando a Coetzee alternativamente con los escritos de Julio César, James Joyce y Lawrence entre otros.

[2] Cabe señalar, en ese sentido, que la tercera parte de la ficción, Summertime, comienza a mezclarse temporalmente con el período en el cual, de hecho, Coetzee comienza su carrera de escritor. M. Lenta encuentra algunas entrevistas, anteriores a la escritura de Infancia, en la que Coetzee ya señalaba que es durante esos años (poco después de los treinta, en las bibliotecas de Texas donde investiga viejos viajeros Holandeses) donde "él" comienza a confundirse con "yo" (160). Quiero decir que es sencillo y tentador proponer que la trilogía es la historia de un niño que se hace escritor, en la exacta medida en que, allí donde en la vida real Coetzee comenzó a publicar novelas, en la ficción muere.

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