ya pasaron más de dos años desde que leímos la primera novela de Maximiliano Mansilla, Puan 480. una segunda edición de la misma ("más drogadíctica que la primera, pero casi lo mismo", escribe max) puede leerse en su blog. el generoso autor me acercó esta nueva edición junto con sus posteriores publicaciones: Connecticut y La mansión. En las ediciones que tengo consta que ambas fueron impresas en enero de 2015, así que tuve que consultarle por correo. me confirmó entonces el orden de salida: primero Connecticut, luego La mansión.
1. un poco más y un poco menos de cien páginas, respectivamente, ambas novelas se leen velozmente y, (como ya se ha dicho), la calidad de la escritura va en ascenso. sin lugar a dudas La mansión es el proyecto más sólido de los tres (si se me permite el atrevimiento, sugeriría que se elimine la aclaración que hay sobre el final, en el cartel). esto tiene que ver con que es, también, el más humilde y el más tradicional de los tres. la polifonía es atenuada, la narración se homogeneiza y pronto advertimos que max maneja muy bien el viejo y querido narrador protagonista y el discurso/pensamiento interno. el contraste es fuerte. algunos diálogos (en particular el encuentro entre Prieto y el responsable de la base Tranquilidad) dejan relucir bordes rústicos en la cohesión de los personajes. cuando el discurso es indirecto, el texto de maxmans gana en realismo y en coherencia. pero si el autor quiere (y yo creo que querrá) seguir experimentando el juego polifónico, tendrá que revisar el uso y transcripción de convenciones textuales propias de quince años de telefonía celular y comunicación por internet. podemos discrepar acerca de la permanencia o exceso de "bueh" y "buoh", pero sin excepción todos los "jajaja" hacen ruido en estilo literario. en su lugar un abanico de didascalias cumplirán mejor el trabajo.
finalmente (y ya después de esto hago la crítica): la cantidad de errores de tipeo es un poco absurda. ojalá haya posteriores impresiones, y ojalá sean corregidas. muchísimos sufijos de plural y género que se cayeron (más allá de algunos pocos casos adrede). solamente un error ortográfico y tiene pinta de ser del corrector del procesador de textos: "asar" por "azar" en Connecticut.
2. Connecticut: guerra de géneros.
en su segunda novela maxmans ejecuta un experimento de géneros, detrás del cual se esconde otro experimento (también de géneros). superficialmente, asistimos a una historia cortada en cinco partes, cada una participante de uno de los géneros clásicos de la cultura industrial del siglo XX: policial, distopía, ficción paranoica, distopía de nuevo, ciencia ficción. es un proyecto ambicioso sin dudas, que encara el desafío de manejar con igual destreza diferentes códigos (por ejemplo: el problema de sinsajo, la tercera parte de los juegos del hambre, es que se quiere escribir un texto épico pero sólo se manejan los códigos de la ciencia ficción y la distopía, resultando en una épica sin épica). pero el experimento se duplica, porque frente a estas cuatro pasiones del autor, se monta siempre la cuarta, que es la pasión por el realismo. el resultado es que cada parte de la novela es una tensión entre el código del realismo y otro código. si la primera parte, que es la más extensa, es la mejor de todas, es porque el resultado de esta tensión (realismo y policial) se resuelve muy bien: el mate se articula con las amenazas, la convivencia en un hostal porteño se articula con el paranoico fetichista de los gadgets, que se articula con la información oculta en dispositivos técnicos, que se articula bien con la investigación digital, que se articula bien con el mate. si fuéramos a las otras secciones, el mismo análisis de partes y articulaciones arrojaría un resto, un ruido (en particular en la última parte). novela ambiciosa, experimento montado sobre experimento, de irregular resultado. la primera parte podría funcionar perfectamente como cuento largo.
3. La mansión: variaciones sobre el miedo y la enfermedad.
una lectura peluda quiso ver en "casa tomada" (1946) el miedo pequeño burgués ante la aparición en escena de los cabecitas negras. si algo tuviese de interesante aquella lectura, serían los contrastes que implicaba. primero: si los "ocupantes" fueran los peronistas, habría que entender el cuento como una confesión, puesto que los personajes, en su pusilanimidad y patetismo, en su andar desgraciado, cobarde, enfermizo, en su vergonzosa dejadez, tendrían que constituir el espejo bochornoso de la burguesía blanca. cortázar, en fin, habría publicado en la revista de borges un retrato del final patético de una clase degenerada, infértil e inmóvil ante la historia. es difícil imaginar un propósito más peronista. segundo: si los morochos del interior molestan no por existencia sino por su pretensión de protagonismo, todo nos remite a los rasgos de la presencia: el rostro y la voz. quiero decir: si los negros se habían hecho ver y oír en el '45, cortázar les quitaría la cara y la voz en el '46.
eso fue en el aluvión de (un) peronismo. hoy, que -dicen- vivimos la bajada de aguas de (otro) peronismo, maxmans nos enfrenta a otra casa lúgubre, enfermiza, decadente, con rasgos claros de haber pertenecido a la rancia aristocracia terrateniente pampeana. situada en el corazón de belgrano, aislada por propia iniciativa. pero al contrario del cuento del belga, el proceso es otro. de hecho es el proceso inverso (es decir, replica esa distancia invasión/retiro de 1946 al 2015). el contacto con el mundo externo se desarrolla bajo el signo de la aventura, de la exploración, de la pérdida (en el sentido de perderse, perder el camino, perderse a sí mismo), y finalmente, de la terapéutica.
un texto de interiores y angustias más o menos patéticas marcado por la falta de higiene. la suciedad se duplica sobre sí misma: el sucio secretito burgués, el sucio polvo de la vieja mansión cerrada, y el sucio cuerpo abandonado. de repente el texto se transforma en un texto de huida, de reconciliación, de amor (de higiene, en un sentido spinoziano -contrario al que proclamaba marinetti). la huida hacia la mismidad perdía a los personajes cortazarianos en su laberinto de una habitación y los estrechaba. la huida desde la mismidad (a buscar no lo otro, sino lo que huye con uno, lo que acompaña, lo que aumenta la capacidad de actuar, como diría deleuze) salva al personaje mansilleano. una propuesta más humilde que la de Connecticut y Puan 480. y (acaso por lo mismo), un resultado ampliamente superior. el narrador de la mansión no presenta bordes rústicos, todo el texto fluye, y ese es, sin dudas, el gran logro y el gran crecimiento de este autor.
4. una excursión a los ranqueles
no es difícil descubrir una continuidad temática que atraviesa libros, géneros y experimentos. para el narrador maxiano, el individuo es lo dado, y lo colectivo es un misterio. la sociedad, la organización (de tareas y de códigos, organización funcional y simbólica) es un misterio. una toma de facultad, una conspiración positivista-nazi, islandia, son misterios insondables, fascinantes. ¿cómo puede ser islandia, como puede existir, como puede existir ese idioma y esas costumbres? pero esto sería banal, en realidad al narrador maxiano se le derrumban todas las paredes mucho más allá de las grandes constelaciones culturales. en el nivel del detalle, en las micro-sociedades, todo sigue siendo un misterio. el protagonista del texto maxiano está fascinado, sorprendido e intimidado por las más ínfimas vicisitudes de la interacción social (eso explica, en parte, cierto exceso en el gesto canchero, superado, propio de quien se siente a la defensiva). desde cómo interpretar miradas, hasta la correcta interpretación del saludo diario. desde el gesto impreciso de la tipa que labura en recursos humanos, hasta la justa medida y valor de un nick, o de un nombre. obviamente, cuando el amor o el odio se sospechan, todo se enturbia aún más.
por eso las mujeres de maxmans se rapan (terrícolas y marcianas). el pelo de la mujer es la escena de batalla de mil códigos culturales. 16 de septiembre de 1971, deleuze comienza su primer clase sobre capitalismo y esquizofrenia hablando del pelo de las mujeres. (buenos aires, cactus, 2005, p. 19). por eso las sociedades de maxmans siempre se están desmoronando y/o construyéndose desde los cimientos. porque en esos momentos de crisis y origen, todos los códigos se vuelven claros (creamos un mundo nuevo y codificamos el sexo así, y el amor así, o bien elegimos los intelectuales, pero decidimos que los artistas no son intelectuales, etc). en resumen: el código social es un misterio y una fascinación, es el enigma al rededor del que se estructura todo el campo simbólico de la novelística de maxi mansilla. cuando esta pregunta toma la forma pueril, el resultado es ciencia ficción y distopía, cuando toma la forma paranoica, es policial o ficción paranoica, y cuando toma su variante existencial, más madura, es novela de aventuras, desarrollo, huida y terapéutica (la curación es comprender el código, no otra cosa).
saludo y felicito al prolífico mansilla. que siga escribiendo una novela por año, para mi placer y su gloria.
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