Mey, Luis (2014) Macumba. Buenos Aires, Notanpüan.
De Luis leí el año pasado, sin reseñar -y cómo me arrepiento- Los pájaros de la tristeza (2017, Seix Barral). Una novela formidable, que combina el punto de vista pueril de un niño extremadamente marginalizado (y sin embargo tan inocente como cabe imaginar), con escenas agrias, desconcertantes o sumamente violentas. Me pareció algo que podría trabajarse en escuela, tal vez a los cursos más grandes.
Parece que Luis Mey es como mi amigo Mr. Arraigada. Tantos años de laburo en librería le habilitan como incansable narrador de anécdotas terroríficas. Son ambos, también, muy prolíficos. Con cuarenta años Mey escribió quién sabe cuantas novelas y volúmenes de cuentos. Según me contaron, su novela Las garras del niño inútil es muy conocido/leído y de lectura común en escuelas.
En cuanto a Macumba, me sorprendió gratamente porque era un registro completamente distinto al de Los pájaros... Una historia ambigua con algo de coming of age en el conurbano menemista. Una maldición en el margen del texto (no se sabe bien quién, por qué, para qué, ni cuánto es delirio del asunto de la macumba).
En particular, la relación con la villa, que en la literatura suele quedar limitada al registro del barroco (supongo que respondiendo a nuestra propia demanda de pesadillas de clase), y que Mey limpia de fantasmagoría romántica para recrearla con una sinuosidad aletargada, con un tono medio, con un juego más sano de expectativas y detalles. De hecho, por no meterse en La Cava (que el protagonista conoce, pero quien decide en ese momento es otro), los personajes compran en una esquina mucho más peligrosa, fuera de la villa, y terminan experimentando una escena de suspenso (151-153). También desnaturalizada, pero real y presente, aparece la relación con la droga y la policía, que se despacha con crueldad contra los amigos "de la villa", como dice el protagonista Maxi, en los capítulos finales. Dejo un ejemplo del tipo de cadencia con cierre punzante que se ve en las páginas de Macumba:
-Rocío...
-¿Qué querés?
-¿Puedo hacer algo o no?
-Deci lo que sabés. No escondas nada. Vos viste lo que pasó.
-Sí.
-Entonces hablá.
-Sí.
-Y haceme el favor.
-¿Qué?
-Hacé algo de tu puta vida.
-Rocío, lo estoy intentando.
Se ríe. La oyen todos. Los pibes de la villa, que dejan quieta la mirada en el piso porque, saben, harán diferencias con ellos. Están para lo mismo, declarar, pero no les importa: si les tienen que pegar, lo harán. Lo saben porque estuvieron allí por menos y les pegaron. Nadie cree que sea así porque es más fácil: pero lo saben ellos, lo recuerdan, y por eso se quedan quietos, y por eso terminan el secundario. Nosotros no importamos. Ellos lo saben. A su lado somos todos privilegiados. Ellos nunca vivieron en democracia. (173-174)
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