lunes, 14 de diciembre de 2015

[feed] [cinematógrafo] la incómoda semejanza / sobre The Lobster



The Lobster (Yorgos Lanthimos, 2015)

Siniestra, incómoda, prolija, rítmica. Brillantes actuaciones, tanto de reparto (busqué los nombres, no me suenan de ningún lado, excepto por la piba de La momia, el policía de Magnolia y la chica de La vida de Adèle) como del, a esta altura, innegablemente talentoso Colin Farrell. Que si había dejado una vara alta en In Bruges, en esta oportunidad posiblemente se supera encarnando a un aparato en un mundo aparato. La escena en que su personaje tiene que fingir que es un sádico mientras trata de disimular la angustia es un desafío notable del que Farrell sale muy bien parado.



Me cuesta mucho elaborar una hipótesis acerca de por qué The Lobster funciona tan bien. Creo que tiene que ver con una resistencia. Una negativa a definir (y por lo tanto relajar el aparato hermenéutico del espectador). Toda la película está codificada bajo la ley del código perdido. Como si asistiéramos a un teatro simbólico de una civilización cuyos códigos culturales (incluyendo meta-códigos) no nos fuera dado conocer. Y sin embargo, todos ellos son similares, familiares. La trama despliega elementos que inducen a creer que se está frente a una distopía de algún tipo, pero jamás se confirma, más bien no se conforma por completo ningún género claro. Otra parte del espectador se ve tentada constantemente a leer The Lobster como una alegoría, pero la relación unívoca de elementos que tal lectura exigiría, es absolutamente imposible (paranoias aparte). El film de Lanthimos, entonces, funciona así de bien porque no da tregua. No es posible bajarla, reducirla, redondearla, hay que aceptarla como viene, y viene confusa. Pero familiar, todo el tiempo familiar. Como si constantemente se estuviera a punto de explicar el sentido en el cual se nos interpela.




Descendiente de Pasolini, Fassbinder y todo ese cine en que la burguesía se ve a sí misma morir de sobrecodificación y se asquea de sí, con un laburo de fotografía y escenarios que impacta con la sencillez de un hotel paradisíaco, un bosque frío, una ciudad gris, un par de rutas, algún shopping... Sin saturar, con mucha belleza, The Lobster presenta al detalle un campo de concentración y sus desquiciados ciudadanos, que es todo el tiempo casi como el que conocemos, en el que vivimos.

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