domingo, 10 de abril de 2016

[feed] [cinematógrafo] el arte de dejar morir / sobre The Thing, de Carpenter





Maybe we're at war with the Norwegians?

Hay un arte de dejar matar o dejar morir los personajes en ecosistemas más o menos cerrados que Carpenter maneja extraordinariamente bien. Para que la cosa funcione, nadie tiene que morir antes ni después de su momento ideal. Sagas como Alien o Predator sostuvieron su efectividad en la adecuación de su ritmo a esta dinámica. 

No sólo esa lógica de la depuración y la paranoia tomó prestada Tarantino de Carpenter en Hateful Eight (y por lo tanto en Reservoir Dogs) sino también al inmenso Kurt Russel. Con treinta y cinco años menos que en la de Tarantino, el recio carilindo ya capitaneaba el breve ejército de paranoicos. de todos modos le faltaba para su obra cumbre, que es el fin del cine: Escape from L. A.

La música es de Morricone y, aunque consigue lo que busca, uno esperaría más. Antártida, aliens, muerte, soledad, Morricone... eso debería dar un coeficiente mucho más respetable, pero no sucede. No sé bien por qué.


PS (23 de abril)

Estuve viendo más Carpenter, siguiendo los comentarios que me iban haciendo. Además de The Thing (1982), que ya comenté, vi Escape from New York (1981), They Live (1988) y In the Mouth of Madness (1995)

Es incomprensible que Zizek le de semejante importancia a They Live (1988) en su guía perversa, Ignorando In the mouth..., que complementaría a la perfección cualquiera de sus tesis. ¿Tal vez demasiado perfectamente? En todo caso: es una película que crece minuto a minuto, empezando en un tono monocorde, mediocrón, que no llega al nivel de meta-género que pretende. Pero que, al jugar consigo misma, se vuelve interesante, luego divertida, y finalmente, buena. De todos modos si tuviera que elegir su mayor mérito, este tendría que ser el descubrimiento del potencial psicópata de Sam Neill, que Paul W. S. Anderson explotaría tan bien en 1997 con Event Horizon (los que éramos niños, no la olvidaremos jamás: liberate tute me ex inferis).

Por otro lado, Escape from New York, en fin, es entretenida. Tal vez buena, pero olvidable. Ha de haber estado borracho el que me sugirió que era mejor que Escape from L.A. Pero es que esta última no puede ser comparada con nada. Ni con las otras películas de Carpenter, ni con las otras películas de nadie. Es la mejor película de todos los tiempos, y eso la deja muy por encima de la pequeña estrella perdida pero hermosa que es "Carpenter". En términos generales, NY es un ensayo para LA. Todo lo que funciona bien en NY reaparece en LA, todo lo que no funciona es eliminado, y todo lo que puede mejorarse o agregarse, es mejorado o agregado (mejoras: el taxista por Steve Eddie mapa de las estrellas, o Brain por Hershe, una especie de información de guerra fría por el doomsday device, etc. Evoluciones de época: el negro en latino -pero no en cualquier latino: en el Che Guevara- en fin. Agregados: los locos de las cirugías estéticas, la ola...).

A todo esto, ver mucho carpenter junto te deja muchas ganas de fumar. Todo el que sea valiente y / o buen tipo en una película de Carpenter, tiene siempre muchas ganas de fumar.



PS2 (a raíz de un intercambio) 28/04/16

@freak

Lo de Zizek lo escribí porque In the mouth..., de la mitad para adelante, se la pasa poniendo al espectador en abismo. El que mira la película se convierte en la sombra del consumidor de la historia dentro de la ficción y le sigue los pasos. Por lo tanto, el discurso juega a actualizar aquello que representa (a reproducir en el acto aquello que tematiza). Y este mundo re-creado y re-producido no es otro que el de la verdad oculta (y fundamental) cifrado en la enunciación explícita (banal). Esta verdad fundamental (Cthulhu, el capitalismo, edipo, lo que quieras) puja por abrirse paso en el entretejido del discurso banal (literatura de terror, películas de terror, the carpenters, charlton heston), y lo hace en dos diferentes etapas dentro de la ficción (del libro a sus lectores / de sus lectores a los no lectores) y una etapa más, figurada, fuera de la ficción (de Carpenter al espectador). Por otro lado, este proceso de develamiento no aparece (solamente) como un acceso a la verdad, sino, curiosamente, como un proceso de fe (de ahí que el protagonista no sea un equivocado, sino un escéptico).

Semejante sopa de juegos de verdades haría la delicia de un tipo que de la escena del cubo de la basura deducía poco menos que el destino de la humanidad.



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