vimos Hamilton: An American Musical (Lin-Manuel Miranda, estrenado en The Public Theater en febrero de 2015, trasladado ese mismo año al Richard Rodgers Theater de Broadway)
1. Hamilton: An American Musical, cuenta la historia del menos conocido de los padres fundadores de estados unidos. revolucionario, congresista, polemista, constituyente y secretario del tesoro. la particularidad de este musical de poco menos de tres horas de duración es que está mayormente rapeado. en los tres años que lleva en cartelera se transformó en un éxito abrumador.
2. yo desconocía por completo su existencia. pero luci, el secreto de mi juventud eterna, me sugirió que fuéramos a verla cuando visitemos al tío sam: ella lleva años oyendo y memorizando la banda sonora. cuando nos enteramos que la entrada más económica cuesta un salario mínimo, hice lo que todo millenial bien envejecido haría: descargué una versión pirata, filmada de kerusa por algún alma bondadosa. más que aceptable el archivo que anda dando vueltas, pisaron el video con el soundtrack, razonablemente sincronizado.
3. y, hablando de juventud, completé mirando
el vlog que jaime altozano le dedicó en su canal de youtube a
Hamilton. personalmente no tengo las herramientas, no sabría qué decir de la obra en tanto que musical, excepto impresiones o intuiciones, como por ejemplo que las melodías sencillas, pegadizas, redondas, combinadas con a la libertad que permite el fraseo del rap, habilitaron el juego que jaime llama polisémico, en la proliferación, mutación y movimiento de los
leitmotiv. eso, sumado a algunas apuestas de modernidad (personajes femeninos sugiriendo que la constitución peca de lenguaje sexista, o un elenco de afroamericanos interpretando a washington y a lafayette, etc) y el devenir
underdog del protagonista (lo planteo en el siguiente apartado), creo, son la mejor explicación al éxito de la obra.
4. algo no ha cambiado: como hace dos mil quinientos años, la forma más popular de hacer y consumir historia sigue siendo postular al héroe como sujeto histórico. recuerdo haber leído en algún lado que llamaban a esta operación "historia de príncipes". en un campo distinto, es un fenómeno análogo al que estudia auerbach en su célebre mímesis, pero respecto de la literatura. Hamilton, en este aspecto, no se distingue de cualquier otro producto de la industria cultural[1]. la revolución americana y sus luchas intestinas, así, son el resultado del choque de media docena de mentes brillantes y espíritus fogosos con ideas que incendian de solo pensarlas. pero (y creo ver en esto una astucia fantástica) Lin-Manuel Miranda ha dado un paso más. su Hamilton (interpretado por él mismo en el cast original) no es solamente un héroe sino que, además, es un underdog. esto fascina a la imaginación norteamericana, lo sabemos por sus series y películas. un hombre (o en raros casos, una mujer) que enfrenta la incomprensión de sus semejantes, la subestimación de sus superiores y la injusta repartición de las condiciones. hamilton es casi extranjero, huérfano, pobre y un poco latino. supongo que tarde o temprano será también gay, trans y lesbiano. bueno, ojalá que así suceda, en todo caso.
5. este es el punto. el héroe underdog. hay algo de fantasía liberal en sus variaciones y dimensiones: el self-made man, el sueño americano y la promesa americana, el hogar de los bravos y la tierra de los libres. la idea, entendida potencialmente, es virtuosa: nadie (el estado, la religión tu casta u origen social o económico) debería sobredeterminarnos. en lugar de eso disfrutamos creer en un plus autónomo del sujeto. el albedrío, el deseo, la fantasía o, en fin, el nombre que le pongamos a esta quimérica autodeterminación. se puede persistir en el deseo de ser presidente, astronauta, basquetbolista, cantante, o lo que fuera, aunque seas petiso, mudo, o imbécil. por cierto, más que se puede, se debe. no es necesario leer entre líneas, la bajada de línea es bastante condenatoria respecto del que se conforma, del que abandona, el que deja que ganen los bullys.
6. desde luego, una ética así tiene un punto ciego bastante evidente. resulta que nadie tiene, como íntima fantasía, la de ser personal doméstico, cajero o telemárketer. en general todos queremos ser secretarios del tesoro del gobierno de george washington, pero solo hay un cargo disponible. pero esto es obvio. me interesa más leer el razonamiento inverso. o mejor dicho, el lado B, o el corolario de esta lógica. si nadie puede evitar que las personas consigan lo que realmente desean, ¿qué sucede con todas las personas que no consiguieron lo que realmente desean? la respuesta es que no lo desearon lo suficiente, o no persistieron, o no lucharon, en fin: para decirlo en inglés americano: fracasaron. incluso en su versión más bienintencionada, el panfleto del underdog, que da forma a relatos como Hamilton, o Glee, no hace más que alimentar dialécticamente la frustración de la enorme mayoría de los seres humanos que crecen para entender que no van a ser presidentes, ni astronautas, ni cantantes. ni mucho, mucho menos. el lenguaje de odio en que expresan sus frustraciones en los foros y redes sociales, recreando versiones cada día más vulgares de darwinismo/spencerismo social (la idea de personas "alfas" y "betas", o esa furia misógina camuflada de identidad que son los incel), son todas consecuencias lógicas del principio según el cual cada uno es responsable de obtener todo lo que desea.
en fin. no es solamente liberal, o de derecha, es realmente violento. cada tanto alguna representación televisiva o cinematográfica se deja llevar por esta lógica y la lleva hasta sus naturales consecuencias. aparecen ahí los buenos muchachos insistiendo cuando son rechazados por las chicas que, al final, ceden. hasta hace diez años, todas las comedias románticas incluían esta dinámica en alguna parte de la historia que contaban. tiene sentido: ¿qué derecho tiene la muchacha de negarse, si el protagonista realmente tiene el sueño de poseerla? la toxicidad de la épica post-calvinista pop del underdog está al alcance de quien quiera leerla. promete felicidades fantásticas para todos. provee frustraciones en la misma medida, para todos.
ingrediente explosivo en el hogar de los valientes y la tierra de los libres, donde las metralletas crecen en los árboles.
[1] cuando lo vi, me dio la impresión de que las clases populares, trabajadores, campesinos o esclavos, no tenían voz en Hamilton. jaime altozano, en su detalle puntilloso, encuentra al pueblo: pero sintomáticamente, es aquel cuyo cantar es puro tono, sin letra. como los animales, o como las sirenas de homero, cantan sin letra los monstruos ahistóricos. mientras tanto ¿quién puede sacarse de la cabeza a los locos de charentón, los payasos que son el pueblo pero también son los historiadores de su propia revolución, en marat / sade (Peter Brook, 1967, específicamente en el link, la canción "quince gloriosos años" más o menos a partir de la hora y cuarenta y siete minutos), y que gritan: ¡marat, somos pobres y los pobres siguen siendo pobres!
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bueno, no desperdiciamos la chance de verlo en vivo.
abrumadora. qué manera de llorar.
las naciones son el invento mas brillante de la burguesía. su relato de origen y sus sueños mágicos: la patria, la libertad, etc. son relatos infinitamente poderosos cuando son articulados con oficio. su función (arrastrar a las clases estafadas a pelear en contra de sus propios intereses) s actualiza año a año, siglo tras siglo. el ingreso por la puerta grande del rap y la cultura latina-inmigrante a broadway no hace más que confirmar la vigencia de la vieja trampa.
/julio de 2020
salió la versión filmada y editada en/por Disney+. ya llevo como diez horas viendo Hamilton.
agregaré algo a mi reseña (que aún suscribo, descubro sorprendido): con el tiempo descubrí que hay algunos momentos emocionantes que tienen que ver con el drama puro de la pérdida y la vergüenza. pero otras muchas, que también son muy emocionantes y me costaba entender por qué, tienen que ver con una especie de abismo que se forma en el juego triangular de enfrentar lo personal contra los dos gigantes de la historia y el presente. para no ir a lo más obvio (Washington explicando a Hamilton el peso de la Historia), pienso en la presentación de Angélica por ejemplo, cuando habla de la declaración de la independencia (todos los hombres son creados iguales...) y sugiere que cuando saquen el segundo volumen tienen que agregar a las mujeres.
el espectador queda atrapado: llevado diegéticamente por una anécdota formal ordinaria (chica conoce chico), siente soplar por un lado el viento de la Historia (la letra jeffersoniana) y del otro lado el presente con su urgencia (el feminismo).
nada, tonterías. sigo apretando los deditos para llorar un poco menos.
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