miércoles, 14 de septiembre de 2016

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Paprika (Satoshi Kon, 2006)


Historia sencilla, verosímil esquivo, animación bella, una historia sobre los sueños, los deseos, los miedos y los traumas. Tímidamente experimental en su estructura, francamente ortodoxa en el planteo cognitivo que se desprende de ella.



El argumento se dispone en diferentes niveles. Pero a partir de los cortes entre escenas se va construyendo una desconfianza respecto del nivel de representación al que se está asistiendo, hasta que inevitablemente los niveles se contaminan. En ese sentido la película va a poner muy incómodo al que quiera ajustarla a algún paradigma genérico tradicional. Paprika evade las características estructurales del Sci-fi, pero le pide prestado el inventario formal y temático. Por otro lado, no es diferente de lo que sucede en clásicos del animé como Evangelion.

Más allá de la historia que se cuenta, Paprika representa algo más, un complejo conceptual condensado en la figura del antagonista. Este "monstruo" activa la pesadilla de la modernidad: la disolución del conjunto de conexiones maquínicas que llamamos "personalidad" o "sujeto" en un puro flujo de conciencia (es decir, en una pluralidad no consciente). La pregunta que se impone es: ¿Realmente qué tan malo sería el destino de los alienados por el Doctor Seijirō Inui? Desde un punto de vista premoderno, o antimoderno, el "malo" de esta película no ofrece a la humanidad otra cosa que el paraíso: la felicidad pura, la ausencia de preocupaciones, la fiesta permanente, el carnaval, la parodia de todos los valores cuturales, el fin e la civilización (o sea, el fin de la represión y la liberación libidinal). Paprika es la heroína paranoica, que detiene el avance de la gran solución-revolución (la esquizofrénica rehabilitación del mundo, el advenimiento del empirismo trascendental que deseaba Deleuze) restituyendo el equilibrio mediante el artilugio más viejo y efectivo de la psicología moderna, en sus dos partes. 



En primer lugar, la dualidad de sexos como eje estructurante de la normalidad. En segundo lugar, el deseo concebido como negatividad, como falta, como un hueco. 



Esa es la conclusión que resuelve los conflictos en Paprika, frente al desconsolado Detective Toshimi Konakawa:

- Light and dark. Reality and dreams. Life and death. Man and?
- Woman?
- Then you add the missing spice.
- Paprika?
- Bingo.

Como si algo faltara para cerrar el tratamiento, esta dualidad complementaria se da en la forma de la niña que crece comiéndose al padre. Paprika psicoanaliza al Doctor Seijirō Inui, lo re-estructura dentro del código simbólico de Edipo, y detiene la amenaza esquizofrénica. El mundo puede volver a sus policías traumados, a la soledad y a los problemas alimenticios. En fin, al capitalismo.

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