lunes, 18 de febrero de 2019

[feed] la vida, eh, encuentra un camino. Sobre Magdalufis, de Verónica Sánchez Viamonte


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Sánchez Viamonte, Verónica (2018) Magdalufis. Buenos Aires: Estructura mental a las estrellas

La primera novela de Verónica Sánchez Viamonte es un texto narrativo fragmentario que juega el juego de las autobiografías rompiendo alguna de sus reglas. La lógica de esta breve novela es no mencionar el elefante en la habitación. Sin solapa ni contratapa, quien lee puede tardar un rato en enterarse (o no hacerlo nunca si es despitadx), que la banalidad en las anécdotas cotidianas de la vida de la protagonista es la marca (herida o cicatriz) de una ausencia. Las escenas de infancia entre tíos y abuelos cifran a los padres desaparecidos.
Pero hay, también, escenas de adultez, y -tal vez la más persistente de las características de las historias de hijos de desaparecidos- escenas de maternidad. Lo más “literario” es un juego formal: la narradora (con inteligencia señalan en la contratapa que habría que decir las narradoras) se compone siempre con la edad que tiene en el momento en que sucede lo narrado. De allí que, por así decirlo, con un solo narrador, se conforme una estructura coral.
El segundo juego es un desorden aparente y un caos nominal (también aparente). El sentido del orden (en fin, el orden) se escabulle por el hueco (literal) del libro. Puede ser una condensación en espejo de una pregunta que siempre queda sin responder. Recordemos entonces que esa característica no es exclusiva de lxs que han sufrido la tragedia, sino -por lo menos para algunos teóricos- la característica principal de la literatura. Y de la vida, para otros. De manera que la serie de metáforas puede llegar tan lejos como se desee.
Una cosita más, que empiezo a ver en estas ficciones de hijos (hay que insistir en el protagonismo de los hijos que, desde Carri en adelante, ya no son subsidiarios en historias-de-desaparecidos): la banalidad como trofeo. Una vida “normal” (es decir infernal, pero como la de cualquiera), un transcurrir razonable de alegrías y desgracias, un devenir estudiante, profesional, amiga, madre… ¿no es acaso percibido y exhibido como -limitado- un triunfo sobre el terror, que cortó violentamente los hilos generacionales? La foto elegida para la solapa muestra un tobillo atado a una tabla de surf. Se me antoja también gesto de victoria: vine, vi, viví. Caprichosamente, y con perdón, recuerdo a Jeff Goldblum diciendo “Life, uh, finds a way”. Las criaturas del demente autócrata de la isla de los dinosaurios se revelaban y triunfaban sencillamente viviendo y sobreviviendo.

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