viernes, 24 de julio de 2020

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Dos o tres formas de leer Dark (Baran Bo Odar y Jantje Friese, 2017-2020)



0. La coherente

Es posible entretenerse (y lo hemos hecho) en dibujar croquis y diagramas para entender Dark. Pero también es posible y entretenido aplicar la prodigiosa navaja de Ockham y proponer: que Dark es una serie sobre estupidez y la banalidad humana. Según esta propuesta podríamos pensar que a lo largo de sus temporadas dos docenas de personajes se dividen entre los que no entienden nada y los que tampoco entienden nada pero fingen que tienen un plan. Este segundo grupo (y en particular las versiones más viejas de Jonas, Martha y Claudia) se pasa la totalidad de la serie tan desconsoladamente ignorantes como Helge en 1952 pero por vanidad, fingen aplomo al evadir preguntas. Porque eso es lo que hacen desde el episodio uno. La fórmula es: personaje de tipo a (no entiende nada y pregunta) se encuentra con personaje de tipo b (no entiende nada pero cree y quiere hacer creer que sí). A hace una pregunta sencilla (dónde, cuándo o por qué sucede X) B responde con aplomo y firmeza un divague inconducente, seguido de duras conclusiones que de todos modos no se entienden porque sujetos y complementos directos e indirectos han sido elididos a fuerza de pronombres. Súmese una confusa, contradictoria e injustificable profusión de circunstanciales de tiempo.

Ejemplo:

A: ¿Quién ganó el mundial 1972?
B: El cielo no se detiene para que los animales descansen. Es necesario detenerte para que ella no pueda cerrarlo antes del fin. Pero antes tiene que pasar lo que pasará siempre y por eso, tomá, un coso.



Lo que es decir que los personajes no están seguros de sí mismos porque todo tenga un sentido teleológico, místico u oscuro sino que son así para esconder su inconsolable imbecilidad.

1. Propuesta indecente

Lo mejor es renunciar a entender Dark. No sus pequeños juegos y rompecabezas (eso es divertido) sino el misterio final, el sentido total. Disfrutar Dark, hasta donde sea posible (para mí eso significa hasta el último episodio de la segunda temporada), como un articulado de géneros que compone una ficción paranoica. Es un juego lyncheano análogo al de Twin Peaks (y cuyo agotamiento también hemos visto en Twin Peaks). La narración participa de a ratos de la ciencia ficción, del melodrama, del thriller y del fantástico y en su continuo negociar y renegociar esta genericidad, representa la tragedia humana en el teatro de un pueblo. Conviene recordar que es una propuesta moralista: en estas ficciones, los niños desaparecidos y asesinados y las niñas violadas y asesinadas son siempre un subproducto de la corrupción y el egoísmo de una sociedad más o menos podrida, henchida de sórdidos secretitos y rencorcitos. Burgués mundus creatus est.




2. No todo hueco espera su contenido

El anteúltimo episodio explica más que los catorce anteriores. Muchos de estos huecos mejor hubiera sido dejarlos en tinieblas. La premisa de la primera temporada propone dos personajes ancianos. La segunda agrega un tercero. Esto significa que por lo menos tres personajes tienen que crecer entre treinta y sesenta años sabiendo que existen los viajes en el tiempo. ¿Cómo justificar al Jonas de 40 años que aparece en la temporada 1, o a la Claudia de 60, luego de que en la segunda temporada se entera de todo a los 30? Quiero decir: ¿cómo envejecieron, dónde y cuándo envejecieron? La respuesta parece sencilla, y en cierto modo lo es. Pero en términos dramáticos es un problema, porque tarde o temprano hay que conciliar el hecho de que alguien estuvo sesenta años creciendo en un lugar y momento cuando podría haber estado viajando y probando cositas una y otra vez. Sobre todo Martha "B", Jonas y Claudia "A".

Se puede responder que la serie resuelve con toda eficiencia lógica a este acertijo, y es cierto. Pero en cuanto a eficiencia dramática y genérica, el suspenso, el misterio y la paranoia que condimentan la primera temporada naufragan contra la vieja y el boludo dándole 20 años al botoncito en un páramo gris del futuro. Dark no es realista, no le conviene el realismo. 



Es recordar el halo dramático que envolvía a Noah en la primera temporada, el universo de posibilidades detrás de una espalda tatuada de un demente secuestrador, predicador, infanticida, psicópata místico y viajero en el tiempo. O recordar la historia de un nabo que cree todo lo que dice el peor líder de secta de la historia y que mata a su viejo medio porque sí, todo sin motivación aparente ni misterio hasta que le secuestran la hija y decide hacer cualquier cosa porque aparentemente era, sí, eso, un nabo de pocas luces.



3. Deux ex Deux ex Machina

El otro límite para ampliar una historia así no pasa por sus huecos (límites interiores) sino por la capacidad de agregar historias y personajes (límites exteriores). Porque durante dos temporadas Dark se sostuvo sobre la premisa de una lógica inalterable de la causalidad. En su seno, el viaje en el tiempo no es posible: es inevitable, y la idea de alterar el transcurso de la historia es una fantasía solo sostenible por una perspectiva bochornosamente religiosa (la de Jonas) que imagina un punto de apoyo externo (el libre albedrío) a la cadena de causas y consecuencias que determinan la historia. Cuanto antes el espectador lo comprende, antes comienza la complicidad con el punto de vista de la serie, externo a Jonas, y (hasta el último episodio de la segunda temporada) a todos los personajes. Por supuesto esto limita la ampliación porque pronto se comprende que muchos de los personajes son inmortales en muchas de sus versiones. Dos de ellos llegarán a ser viejos, y las cosas no pueden cambiar, y lo que pasó pasa y pasará porque distinguir pasado, presente y futuro no tiene sentido cuando se acepta esta versión del tiempo (Es lo que hace Vonnegut en Matadero V por ejemplo).

¿Qué queda sino ampliar historias absolutamente inconducentes, como la de Katharina Nielsen o Hannah Kahnwald llevando su melodrama anagnóricodependiente por la historia?

Pero la lógica de la serialización se impone y Netflix probablemente te reemplaza por un robot si te negás a extender tu serie cuando es tan popular. Así que la extendieron, y le agregaron... una tercera dimensión. Lo que rompe la promesa y el compromiso de lectura. ¿Por qué no hacer ahora diecisiete temporadas llamadas "las guerras de Jonás y Martha" en la que una y otra vez se mandan a matar de nenitos?

(y ya que estamos en eso, si alguno puede, no le cuesta nada matar a Hitler y ver qué onda)

Una pregunta incómoda sobrevuela la serie desde que aparece Martha B: ¿Cómo olvidarme de Martha y las potenciales ciento noventa y siete millones de dimensiones? ¿Qué clase de compromiso le queda a nadie con una u otra dimensión? Quedará la duda de cómo hubiera sido hacerse cargo de esa pregunta incómoda (Es lo que hacen Roiland y Harmon en Rick y Morty)

Que finalmente el guión se diluya por ese agujero que abrieron al final de la segunda temporada es natural. A la premisa de la lógica inalterable de la causalidad de las temporadas 1 y 2 la sustituyen primero por una lógica de alteración posible sobre línea diferente creada por la misma intervención (la lógica de Avengers: Endgame), para terminar en la lógica de alteración simple a voluntad (que es la de Back to the future).



Así, por la combinación de la lógica industrial y la serial, una ficción paranoica multigenérica deviene una amalgama infantil y religiosa de suspenso y melodrama.

4. ¿Se acuerdan cuando nos burlábamos de Ant-man porque decía cualquier pelotudez con el  adjetivo "cuántica" para fingir un registro cientificoide?

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