Una tortuga muerta llega a la orilla de Playa Grande es ¡por fin! el primer libro de poesías de Ezequiel Vila, que tenía a sus lectores doblemente acostumbrados a la reproducción digital y la la presentación irrepetible y mística de sus lecturas en recitales y encuentros amistosos. Casi siempre ebrio.
La selección está actualizada: son textos escritos entre 2011 y 2012. Si se acepta la idea de un costumbrista que dialoga con Séneca o de un clásico que le canta a la mano amputada, se puede llamar a Ezequiel costumbrista clásico. Quede dicho pues, para los compañeros trabajadores de las góndolas.
Astucias y honestidad intelectual. Lo segundo: el poeta señala en seguida las coordenadas de enunciación (periferia del centro de la periferia) y desde allí despliega su arsenal ("Amo a una chica kirchnerista"), pinta su Temperley para pintar el mundo y nos arrastra desde lo más mundano (un niño que quiere un halcón, una joda telefónica, una fantasía diurna) hasta los grandes misterios: el amor, la soledad, la muerte y el peronismo.
Astucias. En un prólogo escrito para un libro que no se publicó, se describían las argucias de Ezequiel de la siguiente manera: el nick de Vila (ya no existen los seudónimos) es, hace ya un tiempo, zql. Sustracción de la sustancia aglutinante, y re-presentación de lo mismo deforme, deformado. O mejor, revelación de lo amorfo del cosmos aglutinado, extrañamiento de la experiencia sensible. La fórmula devuelve al lector a la sensación de lo mismo incómodo. Muerte - verdad = simulacro; hombre - mano = amputado; casamiento - amor = trofeo, etc. Al final de la ecuación, los fantasmas han sido ahuyentados provisoriamente, y en ese exilio perenne se permite el lector agitado sentirlos, imaginarlos por un instante. Ese instante de fantasía, esa experiencia que se filtra por la grieta de lo deformado, es el artefacto mágico cuya propiedad intelectual cede hoy generosamente Ezequiel Vila.
j la rata
la presentación del libro es este viernes 5 de octubre.
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