lunes, 14 de septiembre de 2020

[cinematógrafo] ay con las súper series


primero vimos Watchmen, creada por Damon Lindelof en el 2019 para HBO


una producción impresionante, impecable, de primera categoría. no es sorpresa: HBO hace rato que hace series como se hacen películas. Lindelof tuvo, evidentemente, dos ideas: por un lado filmar un homenaje y por otro actualizar una historia. en ambas dimensiones hay éxito: todos los episodios de d incluyen una media docena de gestos más o menos evidentes u ocultos, que homenajean la vieja historia[1], y la urgencia de la violencia racial amerita una mirada de cerca como lo que es: un elemento constitutivo de la cultura americana (y no un indeseado detalle contingente).

¿pero?

todas estas virtudes realzan lo que nadie podía ignorar a esta altura: Watchmen es Moore, y sin Moore no hay Watchmen. los homenajes bien logrados conforman, en definitiva, el fan fiction más caro del mundo, y la actualización de la problemática de la guerra fría al racismo resalta con fría claridad todo lo que no es: la lúcida disección sofisticada que constituye el trabajo de Moore postulando lo que Agamben propuso luego a partir de Schmitt: que el corazón mismo de la democracia burguesa no late sino al ritmo del terror fascista que promete garantías constitucionales en la exacta, idéntica, precisa medida en que amenaza con el estado de excepción.

si el film del 2009 sale impune de este trance es porque no comete la torpeza de meter las garras donde no hay que meterlas. el texto del film imita en todo lo que puede al texto de Moore, y con eso le fue más que suficiente. con esa garantía, agregar un poco de Dylan o quitar un pulpito, se transforman en decisiones cinematográficas más o menos afortunadas (no discuto ahora eso).

pero todo esto tal vez sea secundario y sencillamente bastaría decir que este maligno imperio de los productores en que vivimos tiene como principal marca de decadencia que no distinguen, no comprenden, o no les interesa contratar un escritor que sepa escribir. ante todo, Moore fue eso: un creador de constelaciones semánticas, e incluso en términos clásicos, un observador de lo que en en el siglo XIX llamaban la condición humana. el texto de los ochenta trabaja sobre una pluralidad de sentidos (traté de describir apenas un pequeño ejemplo hace poco) ejecutado mediante dos o tres estilos alternados (el apocalíptico de Roscharch, el nostálgico de Dan, el estoico de Jon, etc) y articulado sobre una estructura de juegos de palabras. esto, que los anglosajones llaman pun, y que constituye una de las grandes virtudes de Shakespeare (insiste la bibliografía en recordar los 171 puns de Romeo y Julieta)

la serie, por supuesto, no tiene nada de eso (me cuesta pensar en series que lo intenten, como no sean algunas series animadas). Moore crea un simple violento fascista y lo caracteriza con detalles accesibles, lo hace casi querible (como los mass media cuando alguien ajusticia por mano propia, como Taxi Driver, o su homenaje, Joker). por eso Roscharch es una trampa en la que caen y les lectores que le amen, y sobre el final deberán elegir si enfrentan la lección. Roscharch no la enfrenta, y por eso elige el suicidio: entre su fascismo primitivo y barrial y el genocida de Veidt solo hay una diferencia de grado, de alcance, de éxito. el comediante sí la enfrenta, y por eso llora sin remedio. cada lector que haya empatizado tiene que lidiar con el desarrollo de los acontecimientos. así construye Moore una ratonera hamletiana, una trampa para las identificaciones.

Lindelof... todavía cree que hay policías buenos.


------------------


después vimos The Boys, creada por Eric Kripke para Amazon Prime en 2019 basada en el cómic homónimo de Garth Ennis y Darick Robertson.





no puedo explicar lo mala que es esta serie. no tiene personajes [2], el arco narrativo es pueril, las sorpresas no son impactantes ni tampoco sorpresas, y el tema, que al parecer llaman "original", tiene unos 35 años en los comics mainstream americanos.

no encuentro explicación para la popularidad de esta serie que no es graciosa en sus chistes, ni sorprendente en sus sorpresas, ni dramática en sus dramas, ni dura en sus críticas. ¡la forma en que reaccionan cuando se enteran que la asiática es "terrorista"! no hay límites para el puritanismo autoindulgente y bochornoso de estos americanos.



[1] leí por ahí que es un trabajo sobre el comic y no sobre el film de 2009 dirigido por Snyder, pues restituyen el squid después del ¿infame? enroque manhattan. puede ser. yo, que de cine no entiendo nada, sentí que hay una cantidad de guiños estéticos que apuntan directamente a la película. pero por otro lado algunas estrategias estéticas de la película apuntan al comic. un ejemplo, el juego de comenzar en un primerísimo primer plano de un objeto (aparentemente) secundario y alejar el punto de vista a medida que un narrador plantea sentencias, dejando que el lector reúna los elementos hasta que el conjunto cobre sentido.


[2] alguien recopiló el chiste: you son of a bitch, i'm in. me gustaría decir que los personajes de the boys son unidimensionales, pero me estaría sobrando una dimensión. son tropos sin gracia. uno de ellos incluso se llama como su tropo. ¿sería sarcasmo en el comic? ¿sería gracioso?w

No hay comentarios: