jueves, 23 de febrero de 2012

[Corpus] ¿Quién mató al policial?



...después de todo, en una sociedad como la nuestra son raros, no obstante, los discursos que tienen a la vez tres propiedades. La primera es poder determinar, directa o indirectamente, un fallo de la justicia que, después de todo, concierne a la libertad o la detención de un hombre. En el límite (y veremos algunos casos), la vida y la muerte. Así pues, se trata de discursos que en última instancia tienen un poder de vida y muerte. Segunda propiedad: ¿de dónde sacan ese poder? De la institución judicial, tal vez, pero también del hecho de que funcionan en ella como discursos de verdad, de verdad por su status científico, o como discursos formulados, y formulados exclusivamente por personas calificadas, dentro de una institución científica. Discursos que pueden matar, discursos de verdad y discursos -ustedes son la prueba y los testigos- que dan risa. (...) Esos discursos cotidianos de verdad que matan y dan risa están ahí, en el corazón mismo de nuestra institución judicial.

Foucault, Michel. Clase del 8 de enero de 1975 (en Los Anormales)



Así pues, tres tiempos, que ordenan tres miradas, soportadas por tres sujetos, encarnadas cada vez por personas diferentes
El primero es de una mirada que no ve nada: es el rey y es la policía.
El segundo, de una mirada que ve que la primera no ve nada y se engaña creyendo ver cubierto por ello lo que esconde: es la reina, después el ministro.
El tercero que de esas dos miradas ve que dejan lo que ha de esconderse a descubierto para quien quiera apoderarse de ello: es el ministro, y es finalmente Dupin.

Jacques Lacan. Seminario sobre la carta robada (1972)


- ¿Les ve algún siquiatra a ustedes dos [el Capitan Hernández y Bernie Ohls] últimamente?

-Demonios -dijo Ohls- , ¿no lo sabes? Nos los encontramos hasta en la sopa. Tenemos un par en plantilla. Lo que hacemos ya no es trabajo de policías. Se ha convertido en parte del tinglado de la medicina. Esos dos trabajan dentro y fuera de la cárcel, en los tribunales y en las salas donde se llevan a cabo los interrogatorios. Escriben informes de quince páginas sobre por qué un gamberro menor de edad asaltó una bodega o violó a una colegiala o vendía marihuana a los alumnos de un curso superior. Dentro de diez años tipos como Marty y yo estaremos administrando el test de Rorschach y el de asociaciones de palabras en lugar de hacer ejercicios para fortalecer la moral y prácticas de tiro. Cuando salimos a ocuparnos de un caso llevamos maletines negros con detectores de mentiras y frascos de suero de la verdad. Es una pena que no pilláramos a los cuatro graciosos que le dieron un repaso a Big Willie Magoon. Quizá hubiéramos sido capaces de desinadaptarlos y hacerles que quisieran a sus madres.

Chandler, Raymond. El largo adiós (1953)


...la pericia psiquiátrica permite doblar el delito, tal como lo califica la ley, con toda una serie de otras cosas que no son el delito mismo, sino una serie de componentes, maneras de ser que, claro está, se presentan en el discurso del perito psiquiatra como la causa, el origen, la motivación, el punto de partida del delito. En efecto, en la realidad de la práctica judicial, van a constituir la sustancia, la materia misma susceptible de castigo. (...)
¿Cuáles son por lo tanto los objetos que la pericia pone de manifiesto, los objetos que engancha al delito y de los que constituye el doble o el doblete? Son las nociones que encontramos constantemente en toda esta serie de textos: "inmadurez psicológica", "personalidad poco estructurada", "mala apreciación de lo real". Todas estas son expresiones que hallé efectivamente en las pericias en cuestión: "profundo desequilibro afectivo", "serias perturbaciones emocionales". O bien: "compensación", "producción imaginaria", "manifestación de un orgullo pervertido", "juego perverso", "erostratismo", "alcibiadismo", "donjuanismo", "bovarismo", etcétera. Ahora bien, este conjunto o estas dos series de nociones, ¿qué función tienen? En primer lugar, repetir tautológicamente la infracción para inscribirla y constituirla como rasgo individual. La pericia permite pasar del acto a la conducta, del delito a la manera de ser, y poner de relieve que esta última no es otra cosa que el delito mismo pero, en cierto modo, en el estado de generalidad en la conducta de un individuo. En segundo lugar, estas series de nociones tienen por función desplazar el nivel de realidad de la infracción, porque lo que esas conductas infringen no es la ley, ya que ninguna ley impide estar afectivamente desequilibrado, ninguna ley impide tener perturbaciones emocionales, ninguna ley impide siquiera tener un orgullo pervertido y no hay medidas legales contra el erostratismo. En cambio, si lo que esas conductas infringen no es la ley, ¿qué es? Aquello contra lo cual aparecen, aquello con respecto a lo cual aparecen , es un nivel de desarrollo óptimo: "inmadurez psicológica", "personalidad poco estructurada", "profundo desequilibrio". Es igualmente un criterio de realidad: "mala apreciación de lo real". Son calificaciones morales, es decir, la modestia, la fidelidad. Son además reglas éticas.

Foucault, Michel. Clase del 8 de enero de 1975 (en Los Anormales)


Hoy hay nuevas formas de policial: la máquina forense (de P.D. James a la serie Criminal Scene Investigators) y la alta tecnología dominan el género como dominan, por cierto, el escenario social: vivimos los albores de la época de la reproductibilidad digital, que es la época de las biopolíticas.

Link, Daniel. Prólogo a la tercera edición de El juego de los cautos (2003).



Está llegando a su fin la serie más vista del mundo. Por cierto, me quedé con ganas de agregar más arriba dos cosas. Uno: que la segunda cita de Foucault es uno de esos fragmentos que, después de haberlo leído, no te permite volver a leer los diarios, la tele, la web, los noticieros, gran hermano, nada, sin pensar en qué medida se está repitiendo ese fenómeno de moralización de la verdad y la mentira (es decir, el exacto opuesto de la operación de Nietzsche) mediante su doblaje de hecho en conducta. Dos: Ohls ve una retirada de la práctica del detective que pasa a ser suplantado por la práctica psiquiátrica, pero a Marlowe esto no parece impresionarlo demasiado. Después de todo ¿no fuimos testigos, a lo largo de sus aventuras, de cómo la personalidad (la conducta, tal vez diría foucault) de cada personaje es adivinada en su primera aparición? Pero en realidad, no es adivinada. Marlowe lee gestos. Sombras faciales, movimientos de cejas y ojos. Sobre todo ojos. Ya no se trata de ver si el sospechoso reacciona con algún tic que delate nerviosismo. En los ojos, Marlowe puede leer historiales completos, que resume en verdaderos perfiles (morales). Tal vez por eso gustaba de usar gafas oscuras. Tampoco hay que olvidar que Marlowe vivió y trabajó en y gracias a Hollywood. Si el cine es el último intento de la burguesía de recuperar y reinventar sus gestos perdidos (que había perdido en el giro hacia la interioridad, el boom psicoanalítico), Chandler supo poner esta misma tarea sobre los hombros de su detective[1].


Dejemos a Chandler en ese mundo ingenuo y volvamos a, como decía, la serie más vista del mundo hoy, que es un policial. La trama podría resumirse así: un grupo de detectives es convocado por el más brillante de todos para ayudarlo a resolver casos. El protagonista, el brillante detective, es un paranoico adicto a las drogas, aparentemente incapaz de mantener todo tipo de vida social. Como Marlowe, tiene un único amigo con el cual puede hablar. Otro detective, honesto, pero adaptado al sistema. Como Marlowe, no puede con su genio, y en toda ocasión que las normas, leyes y costumbres entran en conflicto con su sistema moral (y a pesar de saber las consecuencias que sufrirá), el brillante detective opta por el bien, la justicia y, sobre todas las cosas, la verdad. A lo largo de las ocho temporadas, lidiar con esta conflictiva personalidad fue haciendo renunciar a los detectives (excepto los que fueron echados por el protagonista) una y otra vez. Y una y otra vez vuelven, fascinados por la inteligencia del sabueso principal, cuyos instintos han resuelto en estos años frente a nuestras narices, entre cien y doscientos casos.


Posiciones


Por esas cuestiones de economía narrativa, a lo largo de todas las temporadas han coexistido solamente cuatro elementos más o menos estables: 1) el protagonista, siempre ocupado por el detective, por supuesto. 2) el detective cruzado por la angustia moral (este puesto fue ocupado por tres diferentes detectives... todas mujeres) . Quiero ser claro. Angustia moral significa, en este caso, reducciones absurdas de conflictos muy lejanamente relacionados con cualquier problema humano que haya existido. La detective que ocupe este lugar, además, es incapaz de guardarse un comentario, un juicio de valor, nada. Podríamos decir que es una adolescente. 3) El que "desafía" al protagonista, no se quiere dejar arrastrar por su paranoia. el detective que ocupa este lugar en las primeras temporadas termina siendo supervisor del protagonista y luego jefe 4) El chupamedias. Actualmente ocupado por una detective muy joven. Otra cosa: la paranoia del protagonista lo hace buscar siempre detectives que tengan algún conflicto personal no resuelto. El sabueso cree que hace esto para controlarlos. El guión sostiene que, en un nivel profundo, los elige así para ayudarlos. Sea.


Verdad y Método


El método del detective es complejo, pero no complicado. Podemos formalizarlo. 1) lectura del informe del caso 2) interrogatorio de los sospechosos 3) cotejamiento del interrogatorio con las oficinas, casas, etc. que constituyan la escena del crimen 4) primera hipótesis 5) nuevo crimen que descarta la primera hipótesis. Repita las veces que valga la pena. Dos cosas quiero señalar sobre estos elementos. Primero: En todos los episodios, el crimen principal que se investiga tiene alguna relación con alguno de los conflictos del pasado o del presente de uno de los detectives (extraordinariamente, puede tener que ver con los conflictos del protagonista, y entonces la trama va a sufrir dramáticas modificaciones), esto permite que siempre haya una identificación más o menos patológica entre los detectives y el criminal o la víctima, o ambos, que es superada gracias al genio y la paranoia del protagonista. Segundo: la trama avanza a fuerza de epifanías. Por algún delirio epistemológico, los responsables de la serie se sienten tentados a proponer al mundo un relato en el cual toda idea, toda hipótesis, proviene de una asociación de ideas más o menos pueril (probablemente todos los capítulos se resuelven gracias a una analogía generosísima o un juego de palabras muy básico, como por ejemplo familiaridad semántica entre el nombre del criminal y alguna palabra sin relación venida a cuento de algún diálogo sin explicación).


Dinastía

No sólo con sus subordinados tuvo problemas el protagonista, sino también, como es de esperar, con el sistema judicial y psiquiátrico. La primera vez fue perseguido por comprar drogas ilegales. Aunque, en rigor, fue perseguido por no subordinarse a las prácticas y costumbres de sus colegas detectives, hasta terminar enojando a uno de ellos. La segunda vez, su paranoia entró en etapa alucinatoria y terminó recluyéndose voluntariamente en un psiquiátrico. Pero, claro, de lo que se trataba era de la culpa por haber dejado morir a dos de sus detectives. La tercera le costó más cara, en un nuevo brote paranoico, atacó a una familia tirándoles un auto encima. Estaba cumpliendo su condena cuando (como sucedió ya cuando el ingenuo FBI le pidió ayuda a Hannibal Lecter) la sociedad necesitó de sus servicios y le dio, a cambio, una libertad relativa.


Sucede que el protagonista forma parte de la dinastía de detectives más antigua del mundo. Y lleva el estigma de su clase en el cuerpo. No es por nada que Edipo tenía los pies hinchados, sino porque su destino era sufrir la paranoia. Resolver acertijos fue su maldición, tanto el que le ofreció la Esfinge como el que le previno de resolver Tiresias. Y sin embargo ¿qué opción tenía? Su pueblo perecería si no resolvía el segundo, él mismo si no resolvía el primero. Heredero de este primer detective tan valiente como inteligente, tan desgraciado como paranoico, nuestro querido protagonista lleva en la pierna una cojera que lo vuelve loco de dolor, producto de su inteligencia, de su obstinación y de su coraje.


En eso estamos, entonces. Creo que quedan menos de diez capítulos. ¿Terminará esta serie como su primera versión? ¿O sobre la hora llegará Cuddy a darnos un happy ending? ¿O terminará (creo que sí, creo que sí...) "a la campanella", sin garantías pero con esperanzas, con un muy atenuado matiz que nos permita cómodamente amalgamar el incompatible deseo de ver a nuestro amado psicótico llegar a un final feliz pero verosímil? Después de todo, para algo habrán metido a la ucraniana esa.


[1] "la subjetividad se muestra y resiste con más fuerza en el punto en que los dispositivos la capturan y la ponen en juego. Una subjetividad se produce donde el viviente, encontrado en el lenguaje y poniéndose en juego en él sin reservas, exhibe en un gesto su irreductibilidad a él. Todo el resto es psicología, y en ninguna parte de la psicología encontraremos algo así como un sujeto ético, una forma de vida". página 94 de Profanaciones, de Giorgio Agamben. Cfr. también de Agamben el capítulo "Notas sobre el Gesto" en Medios sin Fin, o bien, haga una búsqueda productiva, o mejor aún, consulte a un experto.

1 comentario:

Matías dijo...

Ja, qué textito te mandaste, eh. Agrego a lo que escribís: habría que notar un antecedente de este detective en una de las series más exitosas de los 90: una pareja, un hombre y una mujer, también se enfrentaban a casos policiales.
En dicha serie, la mujer cumplía el rol del detective que recurría al saber científico-médico para intentar explicar los crímenes a los que la pareja se enfrentaba (aunque lo interesante era el contrapunto con su compañero, alejado de la verdad y el método, prefería la explicación paranoica pero también la de los saberes sometidos).
Desde ya, la dimensión biopolítica de la serie, al igual que en la serie que está finalizando en estos días, era indiscutible y fue un lindo antecedente en la historia televisiva del desplazamiento de la institución judicial a la institución médica.
Salud! (y me quedé con ganas de escribirte sobre esa otra serie del momento que no amenaza con finalizar sino con continuar indefinidamente, en la que también hay un detective-científico pero con otras características...).