viernes, 7 de diciembre de 2012

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mes de grandes descubrimientos. los últimos días de noviembre, paseando por corrientes, encontré en una librería Maniobras Nocturnas, de Cozarinsky. estaba diez, o doce pesos. jamás lo leí pero dos de mis principales guías de lectura ,golosina canibal y linkillo, lo habían marcado a trazo grueso de imprescindible en mi mapa. así que cuando, una cuadra después, en otra librería, encontré también a diez, o doce pesos, Palacios Plebeyos (sudamericana), no dudé, sin tener la menor idea de lo que estaba comprando. comencé por este último que resultó ser un ensayo, suerte de lectura muy personal de un tiempo perdido en que la experiencia cinematográfica se presentaba a sí misma monumental, grandilocuente (en fin, palaciega). tiempo a la vez cultual y cultural, complejo de digerir para los que nos hemos formado desde el rechazo adorniano y la fascinación benjaminiana y leninista (y también stalinista y hitleriana, pronto indica Cozarinsky). época de esforzada represión sexual que miraba a otro lado al pasar frente al Eclair y los cines de Lisboa, China, o Río de Janeiro, tal el itinerario que el autor nos hace recorrer infatigable. desde los epígrafes, se siente el recorrido no tradicional, que puede unir a frankfurt y a roberto arlt para llegar a conclusiones que combinan lucidez y nostalgia con una destreza que complica la cita. en el link a golosina canibal, puede leerse un fragmento delicioso con el que Cozarinsky abre el libro.



con todo, algo falta. la lectura plantea una lectura en clave de epopeya. la historia que se cuenta, la historia sobre la que se reflexiona, aparece como una historia finalizada. la era de la reproductibilidad digital es un umbral frente al cual el libro no se atreve a entrar. humildad en sus objetivos, sin duda, que no se puede no lamentar. queda, en todo caso, como capítulo imprescindible para cualquiera que se quiera internar en la lectura del cine y la historia del cine, del espectáculo humano.

el ensayo termina con un relato breve, un mini-policial, que no se luce. se ha dicho suficiente sobre la imposibilidad del policial clásico (no negro) en los países en que la policía ha hecho peores cosas que los peores criminales, y creo que por ahí pasa la cosa. sin embargo, ahí nomás agarré maniobras nocturnas y conocí la prosa relajada, delicada, inteligente (en serio) y áspera de Cozarinsky. serán sus años de vida parisina, pero nunca antes me había surgido el adjetivo "proustiano" al pensar en un escritor argentino.

lejos de preguntarse sobre la posibilidad de las biografías después del autor y otras viejas nuevas problemáticas que los que desconocen a bell y a lyotard imaginan calificar cuando dicen "posmodernas", la novela ficcionaliza una experiencia a dos tiempos. primero: la arcadia (el tiempo perdido) que la memoria construye con olores, visiones, impresiones, la inaccesible articulación que conforma el recuerdo. un año de cadetaje cumpliendo el servicio militar obligatorio, entre establos y ministerios, entre guardias, limpiezas, y pequeñas corrupciones que se quieren inocentes. el juego con los sexos, mínimos relevos airados de explorador que se siente avanzado por haber dado ya sus primeros pasos, estructura de experiencia paralela a la literaria. lugones por un lado, la fantasía homosexual semi reprimida, o semi liberada, por el otro.

la segunda parte, el viaje sentimental (el tiempo recobrado). el ajuste de cuentas, violento contraste que el explorador maduro (¿anciano?) se permite, o se obliga. lugones, de nuevo, ahora doblado. dos veces doblado, en un paralelismo sugestivo que pinta en un pequeño momento, en un relámpago, una verdad sobre el devenir de buenos aires, sino sobre la historia argentina. no digo más. basta decir que Cozarinsky escribe muy bien, que el relato te atrapa y te pasea, y cuando se sumerge en reflexiones algo sorpresivas, no te las estás esperando. atrapado en la corriente narrativa, asistís fascinado a un mini-ensayo sobre la identidad imposible, o bien posible, sólo en tanto que corriente infinita de flujo, tan veloz que parece improvisado. si soltás el libro durante las últimas páginas, si lográs no leerlas de un tirón, no hay caso: sos inmune a la literatura. recomiendo leerlos así. uno seguido del otro. hay espacios y también ideas que reaparecen, en clave personal se presentan hechos que en el otro aparecían en fría perspectiva histórica.

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